Comparto una reflexión escrita por mi papá, Neftalí Zazueta Olivas, alrededor del año de 1998. 

Primero la Biblia debe ser leída de corrido más de una veintena de oportunidades. Cuando eso ocurra, la Escritura dominará tu mente, tu vida. Serás hombre de un solo Libro, pero siempre desde las mil y mil perspectivas de la obra literaria del hombre, de su entorno informativo, de su vida cotidiana.

La Biblia te provee de una cultura bíblica de la que jamás podrás huir.
Estarás “preso por sus palabras”, por sus dichos, por su historia, por las historias. Sobre todo por los dichos de Jesús quien está presente en profetas mayores y menores, que si son tanto lo uno como lo otro, porque todos tendrán una palabra que te conducirá por la vida, como existencia.
Leer la Biblia, como ahora lo hago, en una selección de Antiguo Pacto, de Nuevo Pacto, de los cánticos de David, de Moisés, de Salomón y luego empaparme en la sabiduría de los hombres, a través de los siglos de la antigüedad más remota, es una constante que no permite escapar de todas las visiones: Por igual estás en el Alfa del Génesis de la Creación como estás en el Omega del Apocalipsis.

Una misma antigua Biblia, comparada con otras versiones, puede ser anotada, y verás que al año siguiente pasas por las notas que ahí marcaste, y que te hablan de nueva cuenta con una visión, siempre poliédrica, como diamantina. Cada filo, cada plano de la piedra que observas en la Palabra te revela la voluntad de Dios en ti.
Si oro, en ruego me identifico con el salmista, con David, con toda su naturaleza de gemidos y de cánticos al Creador suyo, que es el mío. Si me lamento, puedo en cierta medida comprender los instantes de pasión y de enorme angustia que sufrió nuestro Señor. Y podrás decir, quizás, ante el Destino que es Dios que con Él estás juntamente crucificado y que ya no vives tú, sino Él en ti.
“Lámpara es a mis pies tu Palabra y lumbrera a mi camino”. Voy pisando, no tropiezo en piedra, Él me ilumina la senda, el es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? La Palabra me habla, me guía, me conduce.

Esta es mi prisión. He logrado que la Palabra encarne en mi.

Neftalí Zazueta Olivas
México, D.F.