Uno de mis himnos favoritos y del cual guardo hermosos recuerdos, se titula “¡Oh, cuán dulce es fiar en Cristo!” De este himno se han hecho innumerables versiones musicales, así como algunas adaptaciones a la letra original; cada una de ellas con su encanto particular. La letra del himno es la siguiente.

Oh, cuán dulce es fiar en Cristo,
Y entregarse todo a Él;
Esperar en Sus promesas,
¡Y en Sus sendas serle fiel!

Coro

Jesucristo, Jesucristo,
Ya Tu amor probaste en mí;
Jesucristo, Jesucristo,
Siempre quiero fiar en Ti.

Es muy dulce fiar en Cristo,
Y cumplir Su voluntad,
No dudando Su Palabra,
Que es la luz y la verdad.

Siempre es grato fiar en Cristo,
Cuando busca el corazón,
Los tesoros celestiales,
De la paz y del perdón.

Siempre en Ti confiar yo quiero,
Mi precioso Salvador;
En la vida y en la muerte,
Protección me dé Tu amor.

Esta letra siempre me ha parecido muy conmovedora, demuestra un grande amor por el Señor y devoción a Él, así como un profundo agradecimiento. Tal pareciera que estos versos fueron escritos en un contexto de triunfo, de gozo, en un momento en el que todo era perfecto. Sin embargo, no fue así.

La persona que escribió este himno, se llamó Louisa Stead, nacida alrededor de 1850 en Dover, Inglaterra. Decidió dedicar su vida al servicio misionero y llegó a América en 1871, con solo 21 años. Se casó con el Sr. Stead en 1875 y tuvieron una hija. Cuando la niña tenía 4 años, la familia decidió dar un paseo por la playa de Long Island Sound, en Nueva York. Mientras disfrutaban su comida, oyeron gritos de un niño ahogándose en el mar. El Sr. Stead corrió en su auxilio, pero el niño en su desesperación tiró del señor Stead, impidiéndole el rescate. Ambos se ahogaron.

Durante los siguientes días, en medio de un inmenso dolor, Luoisa Stead escribió estas palabras: ‘Tis so sweet to trust in Jesus, just to take Him at His word; Just to rest upon His promise; just to know, ‘Thus saith the Lord. Traducido al español, esto dice más o menos así. “Es tan dulce esperar en Jesús, cumplir Su Palabra; confiar en su promesa, y comprender. Así dice el Señor”. Palabras que dieron origen a la letra de este hermoso himno, inspirado en su tragedia personal.

Llama mi atención que aún en medio del terrible dolor que la misionera Stead sufría, seguía firme en el Señor y agradeciendo sus bendiciones. Louisa no se quedó simplemente en su dolor y desesperación, no se sumió en la depresión, derrota, frustración o enojo. Viajó a Sudáfrica donde continuó su labor de misionera hasta su muerte, en 1917.

No fue sino hasta hace algunos años que conocí el origen de este himno, lo cual me impactó muchísimo, ya que los recuerdos que tengo de este himno, aunque gratos, no se originaron tampoco en momentos de bienestar general, de triunfo o situaciones favorables. Durante mi infancia padecí diversas enfermedades, y muchas veces tuve fiebres muy altas que me producían delirios en las noches. Noches en las que mi mamá se quedaba sin dormir a mi lado, poniendo paños con agua fría en mi frente y mi pecho, tomándome de la mano. Supongo que la angustia de mi mamá era muy grande, probablemente se sentía cansada, sin fuerzas o con una terrible sensación de impotencia. Aún así, lo único que recuerdo es que en esos momentos ella me cantaba como un dulce arrullo: “Jesucristo, Jesucristo… ya tu amor probaste en mi. Jesucristo, Jesucristo, siempre quiero fiar en Ti”.

El ejemplo de tenacidad y fortaleza de mi mamá es algo que siempre me ha motivado a recordar en todo momento, que aún en las situaciones más adversas nuestra confianza debe estar en el Señor. Aunque todo a nuestro alrededor parezca estar colapsando, aunque estemos tristes, aunque la prueba sea muy grande, el Señor ya ha probado Su amor en nosotros.

Hoy vivimos tiempos ciertamente difíciles, situaciones para las cuáles nadie estaba preparado: Enfermedad, dolor, incertidumbre y muerte. Pero aún en medio de esta situación tan complicada, siempre debemos de recordar que el Señor sigue a nuestro lado, que no todo se ha perdido. Tenemos Su palabra con nosotros, una familia, una comunidad, personas que siguen caminando a nuestro lado y mostrándonos que el amor de nuestro Dios nos acompaña de innumerables formas.

Doy gracias a Dios por la vida de mi mamá, quien hoy aún a la distancia me sigue bendiciendo cada vez que hablamos por teléfono mientras me dice que está leyendo su Biblia, o que esta mañana ha orado por mi, haciéndome recordar en todo momento que, aunque la prueba sea difícil, el Señor ya ha probado Su amor en mí.

Joaquín Zazueta, 5 de junio de 2020